*Escrito el 14 de Agosto de 2020
La arboleda frondosa con ese eucalipto particularmente más alto que los otros. Los silos, a mano izquierda y a lo lejos, interrumpiendo el paisaje. Una granja de pollos. Y otra. Y mas allá, otras. Entre las cuchillas asoman, tímidas pero estoicas, las antenas del peaje. A la izquierda, verde. A la derecha, más verdes. Otros, pero verdes. El sol cae, pero todavía se siente, y si te toca atrás del conductor, quema. Pero, me gusta descubrir que por esas referencias puedo saber cuánto falta para llegar a casa.
El conductor es mi viejo, y como es domingo y "por lo tanto no hay trabajo", el dial está clavado en el 590 de la amplitud modulada. Por los parlantes suena una voz enérgica, con tonada particular y casi a los gritos. Tiene la costumbre de anteponer al apellido del jugador que recibe la pelota, el gentilicio de su ciudad natal. Sobre todo si es de Río Cuarto. Como Pablito Aimar. Si no, también le dice "El hijo del Payo", y lo nombra con un orgullo como si fuese propio. Y en parte, lo es.
Mamá aprendió a bancarse esos esos relatos muchas veces interrumpidos por la interferencia ensordecedora de los cables de alta tensión, por "la magia de la radio". Creo. Quizá solo es resignación.
Hoy entiendo y agradezco que por eso, porque mi viejo ponía Continental y la Marga escuchaba, atenta, infalible ante un error de conjugaciones o de coherencia, y reflexiva ante una frase que le llamaba la atención, conocí al Turco Wehbe. Relataba el partido secundario, el que no hacía Víctor Hugo, que era "El Partido de la Fecha". Ese que a la noche lo veíamos resumido en Fútbol de Primera, si no me dormía antes.
Los años pasaron y las referencias cambiaron. Los silos siguen. Ahora sé que son de chapa galvanizada sinusoidal. Las granjas se multiplicaron, y las arboledas, en parte, desaparecieron. En Continental relatan otros y Futbol de Primera ya no existe. Pero aún mantengo la costumbre de mirar por la ventana buscando alguna referencia que me diga que estoy cerca de casa. Siempre. Ya no se escuchan esos relatos con ritmo cordobés, el grito de gol desaforado y la explicación para que los que venimos mirando la ruta y el paisaje, entendamos cómo fue que la pelota terminó adentro del arco, como si fuese un cuento.
Una parte de esos recuerdos de infancia se cierra. El "patas cortas" te estará esperando, vestido de azulgrana, para hablar de Los Gauchos de Boedo, los Matadores y los Carasucias, con el gordo Soriano.
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