A las del Jardín -que para mí sigue estando ahí, frente a la Plaza, que cortábamos para hacer diferentes actos-, porque fue el lugar donde pasé grandes momentos de mi primera parte de la infancia, yendo de la mano de "Chichuna", jugando entre donde hoy debe haber diferentes puestos administrativos con tipos manejando dinero virtualmente. Pero les quiero aclarar que, para los que fuimos parte de "Mi Patito", ahí siempre estarán su gran hall al que comunicaban todas las aulas, el patio arbolado, los canteros, las hamacas, los areneros, los cumpleaños y el cariño de todas las señoritas.
A los del otro jardín, ya en la escuela y con guardapolvo rojo, porque fue donde empecé a forjar amistades, que por suerte, hasta el día de hoy mantengo.
A las de la primaria, a 'Blanche' por inculcarme su amor por el francés -también le debo esto a Angélica-; a Laura, por su paciencia y dulzura para hacerme entender la importancia de los números; y a Elena, sin tanta paciencia y dulzura, pero con el mismo resultado.
A los de la secundaria; a Claudia, por profundizar en las Matemáticas con su rigidez y efectividad, y también por su gracia y sus estrategias jugando al truco con nosotros, en los momentos que se podía.
A la Lili, determinante -junto con mamá- a la hora de querer más a la Literatura y por enseñarme mucho de lo que puedo analizar al leer y escribir.
A todos los demás del secundario que me dejaron enseñanzas en las distintas materias, que ahora puedo llegar a olvidarme; y a los pocos que no me dejaron nada, de los que no me olvido, pero que también me enseñaron a darme cuenta que tenés que aprender a pensar por vos mismo.
A Gloria, importante para entender los números que no me cerraban en la escuela, y por su sentido del humor, daba placer ir a hacer ejercicios.
A Tito, por el Barefoot, su humor irónico y la capacidad para adaptarse a cada una de las edades y ser como uno más de mis amigos, para divertirse, y también a la hora de dar consejos.
A la Tía Rosa, por su docencia y amor para ser "tía/mamá", su imaginación y sus cuentos nocturnos en Neyra, que también marcaron mi vida.
A la abuela Queca, como dije, por ayudarme a estudiar francés, y por su fervoroso Urquicismo, que conservo, con menor fanatismo.
A Mamá, por casi obligarme al hábito de la lectura, por enseñarme a escribir sin errores y -si se puede decir- de forma coherente; y por empujarme para el lado de Arquitectura y de La Plata -ciudad- a la hora de decidir.
A Papá por enseñarme a ver fútbol y la importancia de mantener los lazos familiares.
Y por legarme el amor por River, que domingo a domingo marca, para bien o para mal, el transcurso de mi semana.
A tooooodos ustedes, y a los demás que me han enseñado cosas durante estos 22 años, les deseo ¡¡FELIZ DÍA DEL MAESTRO!!
2 comentarios:
¡GRACIAS, MATIAS!
Es una obviedad: hay lágrimas y un cerco en mi garganta al leerte. Recuerdos hermosos, muchos compartidos.
Muy bueno, muy bueno.
Abrazo grande.
Mamá.
Debieron ser todos excelentes maestros, sobre todo tus viejos, para que seas hoy el hombrecito brillante que sos.
Publicar un comentario