sábado, 16 de junio de 2012

Trescientos cincuenta y seis.


Escribo esto a trescientos cincuenta y seis días de la peor tarde de la historia de River, esa tarde fría que nos tiró al infierno.
Hoy, con casi un año recorrido, me vinieron a la memoria “olores” de ese 26-J. Es increíble cómo, a esta altura de la temporada, no podemos estar tranquilos. No nos dejan. Dependemos de un puñado de jugadores para que nuestra semana no tenga sobresaltos y andemos por la calle, o yendo a la facultad sin esa angustia que no sabemos qué es hasta que te das cuenta que es por River. Me siento un boludo. Igual no le recrimino nada a nadie, yo elegí esto. En realidad me lo legó mi viejo, pero no se lo reprocho, se lo agradezco infinitamente y de corazón.
No quiero escribir analizando el partido, pero es inevitable preguntarme cómo, a los 7 minutos, de los últimos 180 que quedan para el final, el 4 no despeja, hace un foul infantil con la mano; nos tiran un centro cruzado, la pelota pica, TODOS miran, cruza el área, siguen mirando, y dos tipos vestidos de rojo y negro a bastones entran sólos… Uno, lógicamente cabeceó.
Y acá estamos, pensábamos que hoy iba a ser un dia feliz y tranquilo, que el fin de semana que viene íbamos a ir a la cancha –a la que tengamos que ir y si nos dejan, porque somos víctimas pero pagamos los platos rotos que nos nos pertenecen, porque los dueños de esos platos ni siquiera los lavan y miran para otro lado- a sentir la alegría, o en todo caso el alivio de que éste suplicio termine de una vez y para siempre. Pero no… Pecamos de inocentes –sí, igual que el equipo cuando marca -¡qué coincidencia!- y sufrimos…
Y cuando sufrimos así pienso que me gustaría ser como Borges. No, no pido mucho. No pido su inteligencia, ni lo digo por cómo escribía ni por sus comentarios irónicos y filosos a la hora de declarar. Sólo a veces -algunos días en que llega el sábado o domingo la noche y River te deja en esta situación-, quiero ser como él y que no me guste el fútbol, que mi estado de ánimo no dependa de un resultado de un equipo que juega con una banda roja pero que hace años no es “la Banda” que era. Esa Banda a la que iban equipos chicos como los que hoy juegan el Nacional B, o la mitad de los que están en primera y sólo pensábamos si le íbamos a hacer 5 o 6. ¡Y la gente se iba enojada si el equipo ganaba 1-0 jugando mal!
¿Qué pasó en el medio además del tiempo? ¿Qué hicimos nosotros para merecer esto? ¿Habremos hecho sufrir a mucha gente en nuestras anteriores vidas? ¿O sólo pasó un grupo de personas que lucraron con una institución de las más grandes del mundo hasta lograr que ésta se caiga a pedazos y solamente quede esto que vemos ahora? Creo que sí…
Pero ya está. Por favor. No quiero más…
No quiero más que se repitan los mensajes de texto con mi hermano o mis amigos lamentándonos porque no ligamos, porque sufrimos, porque el calvario no se acaba nunca.  
No quiero más que a la noche suene el celular con el llamado de mi viejo para hablar amargados del partido, y escuchar una vez más:  “No puedo estar sufriendo así, ser tan boludo, a los 54 años de estar así por River”. Y parece que sí… Se puede.
No quiero más ir a la cancha y no poder disfrutar al menos los últimos 15 minutos, poder reírme, distendido, sin pensar que te tiran un pelotazo intrascendente, te cabecean DOS VECES afuera del área y llega un tercero a empujarla y otra vez a sufrir.
No quiero más a River así.
Y sólo una cosa más antes de terminar. Que sea la semana que viene, que sean solo trescientos sesenta y tres días o, a lo sumo, trescientos sesenta y cuatro, si jugamos el domingo,  porque no nos bancaríamos nosotros, ni nuestros corazones, otro partido más de once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota en segunda división.

4 comentarios:

marga dijo...

¡Qué bien escrito está! No sé si felicitarte o ponerme a llorar...
¿Desde cuándo una bostera sufre mientras lava ropa, la cuelga, pone otra vez el lavarropas a funcionar, lee algo, da vueltas, prepara el mate y sufre por... River?
Sufre porque quiere que River gane o empate un dia como hoy, simplemente para que se termine esta especie de agonía en su casa... y en un depto de La Plata.
Sucede que esa señora que es de Boca está casada con un señor que siente su corazón loco pero esta vez no por la alegría de ver jugar a su equipo. Y, además, tiene cinco hijos que ven dolientes un partido como el de hoy, en el que el cuadro de sus amores pierde en la B con un equipo de la capital de Entre Ríos...
Y a pesar de no entender casi nada de fútbol y de preguntar siempre cómo es que se produce eso del "orsai" o de acotar que la remera del arquero hace juego con el verde brillante del césped de la cancha, por ejemplo, no en vano esa señora percibe, como yo, la desazón, la incredulidad y la amargura; ve las cabezas gachas, escucha el silencio de tan profundo que es y "sabe" lo que les pasa a estos hinchas irredentos.
Porque para eso no son necesarias las axplicaciones.
Se siente.
Un abrazo enorme como el Monumental.

Matias dijo...

Gracias Marga!

Sabina dijo...

Ya está Mati, ya estás en el horno. No te vas curar, no vas a dejar de sufrir por River aunque te sientas un boludo por eso. Y nadie que no sea un fanático como vos podrá entenderte. Al menos, y si te sirve de consuelo, no sos el único.
Ya vendrán tiempos mejores.

Carlos Torrres dijo...

Muy bueno viejo, recien ahora tengo la posibilidad de leerlo y se me pone la piel de gallina. Comparto todo lo que expresas, esperemos que solo haya sido el peor año de nuestra rica historia y que nos sirva para nunca mas volver a caer en esto.
Lamentablemene la cancha no va a tener toda la gente como es costumbre ya, culpa de unos pocos, pero todos los hinchas de cada rincon vamos a alentar a nuestro RIVER querido para que nos de una alegria enorme y olvidarnos de esta pesadilla.
Que sea un fin de semana festivo por favor y no otro mas para el olvido.
¡HUEVO RIVER!