Ruta 14. Famosa hace algunos años por ser "la ruta de la muerte". Pero yo tengo otros recuerdos. Sábado a la siesta. El sol pega por la ventana del Escort bordeaux que va cargado a presión entre gurises y bolsos; algo irresponsable, pero nada que nos impida cruzar los estrictos controles de la policía...
Esteban y Verónica chicos, en las faldas mía y de Martín respectivamente, Emi al medio. Ruido, peleas, gritos, pedidos de silencio. Todo eso durante la hora que duraba el viaje hasta Neyra 180, en Gualeguaychú. Pero había algo más. Una voz grave y potente trataba de sobresalir entre el barullo, como alquien que, estando bajo el agua, busca, tratando de estirar al máximo el cuello, la superficie.
Cada tanto una música, linda música de cortina, procuraba transmitir paz en el interior del Ford, con resultados ciertamente negativos; los mellizos volvían a alterar el ambiente con algun llanto, o alguna pelea de los otros tres integrantes del clan.
Papá, absorto escuchando la radio, sostenía una mueca en su cara, entre emotiva, nostálgica y tranquila (que se contradecía con lo que realmente pasaba adentro del vehículo).
Mamá intentando impedir que los llantos y peleas interrumpan ese momento que aquella voz provocaba, con sus relatos, en la cara de su marido.
Yo mirando una casa con techo a dos aguas, sola, al costado de la ruta, con una sigla en letras grandes que decía RML - Resonancia Magnética del Litoral. Consulté sobre la función de eso, y la respuesta del Vasco, para salir del paso, fue que "ahí vino Caniggia a hacerse la resonancia en la rodilla antes del Mundial". Quedé pasmado, aunque no sabía qué carajo era una resonancia, sí sabia quién era Caniggia, y me enorgullecía, me inflaba el pecho, que tan cerca de mi ciudad se haya hecho esa cosa rara el hijo del viento. De ahí en más, debo haber repartido la primicia, inocentemente, entre mis amigos y familiares, logrando sorpresa en unos y risas en otros.
Pasábamos el peaje, previas quejas al tipo de la boletería por ele stado de la ruta. Papá sostenía, y mamá asentía, que no se invertía nada de lo que se recaudaba. Y a esa edad para mí, era palabra mayor.
Ahora en la radio, unos señores, y alguna que otra mujer, llamaban y saludaban a este tipo del programa, con alegría algunos; otros emocionados, agradeciéndole por el momento que les hacía pasar, y recordando. Papá volvía a su actitud inicial...
En ese momento, me llamaba la atención, pero tampoco me interesaba mucho, no entendía esas sensaciones.
Con el tiempo, por trabajo o porque nosotros crecimos y teníamos otros intereses, los viajes de fin de semana a Gualeguaychú fueron disminuyendo, pero también en ese tiempo fui entendiendo lo que el tipo de voz gruesa contaba sobre lo que otros escribían, y así también, las sensaciones de mi viejo.
Así fue que conocí al Negro Fontanarrosa, a Soriano, a Galeano, y a Sacheri...
Entonces pude darme el gusto, algunos sábados de siesta, entre las cuchillas entrerrianas, de hacer silencio y, junto con mi viejo, trasladarme hacia esos lugares que nos llevaba el bueno de Apo, y ahí logré entender esa especie de sonrisa en la cara del Vasco...y la imité.
4 comentarios:
"A las puertas del cielo llegaron un día cinco viajeras. ¿Quienes son ustedes? -les preguntó el guardián del cielo. -Somos contestó la primera- La religión... -La juventud... -dijo la segunda.
- La comprensión... -dijo la tercera.
- La inteligencia... -dijo la siguiente.
- La sabiduría –dijo la última.
- ¡Identifíquense! -ordenó el Cancerbero.
Y entonces...
La religión se arrodilló y oró.
La juventud se rió y cantó.
La comprensión se sentó y escuchó.
La inteligencia analizó y opinó.
Y la sabiduría... la sabiduría contó un cuento..."
jjjajaj me mató lo de la resonancia de Caniggia! qué lindo recuerdo Polli. Y qué lindo lo que comentó Marga, saben de quién es?
Es de Anthony de Mello, pero lo decía Apo antes de empezar a leer el primer cuento en su programa.
Muy bueno, nene
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